Los 40 años del golpe son también los 40 años del movimiento de derechos humanos: nos organizamos ante la agresión feroz a nuestras familias, a nuestras organizaciones políticas y sociales.
Se cumplen 40 años de una lucha que no esperábamos ni sabíamos cómo íbamos a llevar adelante, que nos obligó a realizar un duelo a cielo abierto, personal y al mismo tiempo colectivo.
En estas décadas, impulsamos el juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad con las instituciones del Estado democrático. Reclamamos, exigimos, marchamos, nos organizamos, ensayamos diferentes estrategias, cometimos errores, no nos rendimos. La fuerza social de la demanda de verdad y justicia fue creciendo.
Hoy, amplios sectores sociales condenan el terrorismo de Estado y valoran el proceso de memoria, verdad y justicia, aquí y en el mundo. Queda una parte del camino todavía: no sabemos el destino de muchos de los desaparecidos; no recuperamos todos sus cuerpos; no nos encontramos todavía con cientos de niños y niñas, hoy adultos, separados de sus familias; no logramos aún que las responsabilidades civiles–empresariales, eclesiásticas, judiciales– sean esclarecidas en profundidad.
Hace 40 años iniciamos una lucha, en las calles, en los tribunales, en las oficinas, en los barrios, en los medios de comunicación. Buscamos justicia y verdad por lo que ocurrió. En el camino, empezamos a asumir, con otros, nuevas luchas. Los derechos humanos no son cosa del pasado ni se agotan en lo que hemos logrado. Son la lucha por la vida y la libertad, contra la violencia institucional. Por la igualdad y la dignidad. Por la distribución equitativa del ingreso y los derechos al trabajo y a la vivienda dignos. Por el derecho a la protesta. Por la igualdad entre los géneros. Esa lucha por los derechos humanos continúa. Ahora. Y siempre.