Ivana Rosales fue una mujer muy valiente, que transformó todo lo que había sufrido en una lucha colectiva y sobreimprimió ante cada injusticia su tenacidad y sus convicciones. De víctima de violencia se transformó en activista por los derechos de las mujeres. La conocimos hace doce años y comenzamos a acompañarla en un camino de búsqueda de reparación por la justicia que le había sido negada en Neuquén.
En una sola noche Ivana sufrió dos intentos de femicidio por quien era su marido, Mario Edgardo Garoglio. Salió de un hospital neuquino luego de 45 días. Garoglio fue a juicio, pero el fiscal Eduardo Velazco Copello introdujo un atenuante en la acusación, por circunstancias extraordinarias: “la historia de la víctima, su personalidad y actividad… cuando era soltera y cómo fue sacada de la noche por el imputado… No fue una buena madre, ni una buena esposa”.
Los jueces provinciales Emilio E. Castro, José V. Andrada y Eduardo J. Badano y el fiscal sometieron a Ivana a un proceso que lejos de garantizarle justicia, la revictimizó a través de actuaciones y decisiones discriminatorias que minimizaron y justificaron los hechos que casi le cuestan la vida. Garoglio fue condenado a 5 años de prisión por el atenuante que pidió el fiscal. Luego se fugó.
Ivana fue víctima de violencia de género y recibió del Estado violencia institucional. En ese recorrido violaron sus derechos a la integridad personal, a la igualdad, a la vida privada, a la defensa, a la justicia y a las garantías y protección judiciales. Sus hijas y su hijo también sufrieron las consecuencias de este maltrato institucional. Su hija Mayka se quitó la vida.
En 2005, fuimos con Ivana ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Hace apenas dos meses estuvimos con ella en Perú para participar de una reunión de trabajo ante la Comisión y luego en Buenos Aires, en una reunión de seguimiento con representantes de Neuquén y del Estado nacional. Fue Ivana la que nos orientó a lo largo de estos años, porque supo ver que su caso no era solamente suyo sino que señalaba un grave problema de violencia institucional afirmada en la violencia de género. Por eso en el proceso de solución amistosa con el Estado argentino, Ivana entendía que una forma de reparación era abrir un refugio para las víctimas de la violencia machista, que llevaría el nombre de Mayka. También insistió, entre otras medidas, en la implementación del patrocinio jurídico gratuito para las víctimas de violencia de género y en el relevamiento de datos de violencia a nivel provincial y nacional.
La noticia del fallecimiento de Ivana nos conmovió a todos. Acompañamos a su familia en este momento tan triste.