Esta mañana nos dejó la querida Carmen Aguiar de Lapacó. Recibimos la noticia y las palabras más dichas fueron “era una mujer extraordinaria”. La historia del CELS está unida a la de Carmen, una de sus fundadoras.
La noche del 16 de marzo de 1977, Carmen y su hija Alejandra, de 20 años, fueron secuestradas por un grupo de hombres armados, junto con la pareja de Alejandra, Marcelo, y un primo de ella, Alejandro. Los pusieron contra la pared del pasillo, los identificaron con una lista, los interrogaron, les vendaron los ojos con pañuelos, revisaron y robaron en el apartamento. Los llevaron al centro clandestino de detención Club Atlético, donde fueron torturados. Tres días después, Carmen y Alejandro fueron liberados en la zona de La Boca. Alejandra y Marcelo continúan desaparecidos.
Carmen tenía 53 años y comenzó la búsqueda de Alejandra y una lucha que no se detuvo en cuarenta años por justicia. Primero se acercó a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, un lugar ineludible del recorrido de los familiares de víctimas para hacer denuncias por desaparición. Un día de 1979 estaba en la Plaza de Mayo. La tristeza en su rostro era tanta, que Tita Maratea y Chela Mignone se le acercaron y le preguntaron si tenía un familiar desaparecido.
Al poco tiempo de ese encuentro se fundó el CELS, con Carmen como tesorera, secretaria y “che pibe”, como contaba. Carmen no tenía militancia previa, daba clases en un secundario y había enviudado hacía unos años de su esposo periodista. Había nacido en San Juan, como Alejandra. A partir de su trabajo en el CELS, se vinculó con la otra organización de la que fue referente, Madres de Plaza de Mayo.
Quienes fundaron el CELS tenían hijos desaparecidos. Carmen era muy amiga de Emilio Mignone, pero recordaba haber visto llorar a Boris Pasik por su hijo Gustavo, desaparecido a los 19 años.
El caso de Alejandra Lapacó, impulsado por Carmen y el CELS, propició los Juicios por la Verdad. Inició un recorrido en la justicia argentina que llegó hasta la Corte Suprema de Justicia de la Nación. La Corte demoró dos años en contestar en catorce renglones que los familiares de las víctimas de la dictadura militar no tenían derecho a saber qué había pasado con ellos.
En octubre de 1998, Carmen presentó –con el patrocinio de todos los organismos– una denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por la violación del derecho a la verdad. En 1999, el Estado argentino firmó un acuerdo de solución amistosa en el caso Lapacó y se comprometió en llevar adelante los Juicios por la Verdad. Carmen, de un modo genérico, decía “tuve muchos juicios”. Dejó su testimonio en la Conadep, ante la CIDH, en los Juicios por la Verdad y el último, en un tramo del juicio por el circuito de centros clandestinos Atlético-Banco-Olimpo.
Para todo el equipo del CELS, Carmen era una referente fundamental y nuestra biblioteca lleva su nombre. Solíamos organizar encuentros con ella solo para escucharla contar relatos y lecturas sobre la actualidad. En ella historia de la lucha por los derechos humanos y vida privada iban juntas. Sobre todo, tenía un gran sentido del humor, era afectuosa y su sonrisa era una bienvenida para las nuevas generaciones. Aunque ya no la tengamos presente, nos queda su legado.
Decidimos evocarla a través de los recuerdos de algunos compañeros:
Horacio Verbitsky: Le pasaron cosas espantosas, pero nunca perdió la alegría. Ella podría haber dicho la frase “nuestra venganza es ser felices”. Ella fue feliz con la militancia, con los compañeros, con las compañeras, con la tenacidad para conseguir el juicio y castigo a los responsables del espanto.
Gastón Chillier: mi primer recuerdo al entrar al CELS en los años 90, en el edificio de Rodríguez Peña, es el humor extraordinario de Carmen. Le pedía plata para sacar fotocopias y ella administraba una cajita con monedas.
Sofía Tiscornia: era una gran mujer, valiente y con un humor sagaz e inteligente.
María José Guembe: Carmen fue una luchadora alegre. Fue un puente generacional, muy generosa con quienes nos sumamos a su lucha y, al igual que Emilio Mignone, nos abrió el camino, nos dejó compartir sus pasos, nos enseñó en cada pelea y en cada traspié. La acompañé en lucha por el reconocimiento del derecho a la verdad y al recorrer las acciones que había intentando para lograr justicia por la desaparición de Alejandra, vi que no había dejado camino por recorrer. Su lucidez obstinada se resistía a la evidencia de que no volvería a ver a su Alejita. Hay dolores que son irreparables. Por suerte obtuvo justicia por ella y por su propio secuestro y tortura.
Gustavo Palmieri: adiós a Carmen, enorme luchadora popular poco solemne, que con un humor y gracia inigualables supiste construir de forma cotidiana la seriedad de su labor. Carmen era muy, muy graciosa… era una forma de pelear, de construir, de gestionar, supongo que de vivir… quizás por esa sabia combinación entre lo serio y lo banal siempre aceptaba esos cargos de responsabilidad, poco vistosos y muy expuestos, que suelen esquivarse y que le costó la persecución por años del juez Bruno, apéndice de la Secretaría de Inteligencia en la Justicia Nacional, que debió renunciar al descubrirse su complicidad con hechos de tortura.
Rosa Matilde Díaz: Carmen me decía este verso: “Yo necesito decirte que te quiero con todo el corazón, que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que añoro, cuando estoy lejos de vos”. Ella tenía muchos versos para sus afectos…
Ana Sofía Soberón: en uno de los primeros momentos de la Red de acompañamiento a Madres en la marcha del 24 de marzo de 2016, Carmen se reencontró con su amiga Carmen Cobo. Para la Red esa imagen fue la que de alguna manera marcó lo que este espacio simboliza, espacio que la acompañó hasta el último día.
Ernesto Sigaud: ¡Chala! Así la llamaban sus afectos más cercanos y quienes la sentimos parte de nuestra vida. ¡Chala! Con su fuerza arrolladora para la lucha, nunca perdió la ternura para abrazarnos como esa hoja verde, tierna que envuelve la mazorca del maíz.
Patricia Panich: Carmen venía a las reuniones de la comisión directiva una vez por mes, yo en esa época estaba en la recepción. Llegaba ella siempre sonriente, bien arreglada, maquillada y me saludaba con cariño. Le abría la puerta del ascensor y me decía: “Me voy a tomar el yápido del CELS”, un montacargas que ya no anda y que demoraba un minuto hasta llegar al primer piso. La escuchaba reírse hasta que le cerraba la puerta.
El velatorio de Carmen será en la Legislatura porteña, a partir de las 18 y hasta las 24 hs.