La noche del 28 de julio de 2001, Cristina Vázquez estaba con Celeste García y Pedro Oyhanarte a ocho kilómetros de su casa, en una granja. Un vecino había visto irse juntas por la tarde a las dos amigas desde la casa de Cristina, en un barrio de Posadas, la capital de Misiones. Se quedó a dormir allá y pasó todo el 29 con sus amistades.
Esa misma noche, entre las 21 y las 22, una vecina de Cristina, Erselida Lelia Dávalos, de 79 años, fue asesinada a martillazos. La alarma de su casa nunca se activó ni había puertas o ventanas forzadas. La última persona que fue vista en la casa estuvo haciendo arreglos hasta las 21.30 y se fue rápido, según un testigo que lo vio. Segundos antes había visto al gato de Erselida salir disparado del patio hacia la calle. La investigación no siguió la pista de esa persona. Tampoco se investigó a los familiares y conocidos.
A los días del hecho la policía golpeó a la puerta de Cristina Vázquez. La acusaban de haber robado y matado a su vecina, junto con una conocida y su novio. El nombre de Cristina surge sin ningún fundamento en la foja 82. Una mujer se presentó en la causa para decir que un hombre andaría vendiendo joyas que pertenecerían a Erselida. Ese hombre sería Ricardo Jara, pareja de Cecilia Rojas, conocida de Cristina Vázquez. Los tres fueron condenados a prisión perpetua. Esa mujer sólo declaró una vez durante la investigación. En todo el proceso no volvió a declarar ni se presentó en el juicio oral a explicar en detalles lo que dijo. Tampoco aparecieron las joyas ni persona alguna que pudiera verificar esa versión.
En la escena del crimen no hay rastros ni huellas de Cristina Vázquez. Diez pruebas científicas avalan que Cristina Vázquez no tuvo relación con el hecho. Tampoco hay testigos directos que acrediten su culpabilidad. La propia sentencia condenatoria lo admite cuando afirma que no hay pruebas suficientes sobre su participación en el hecho. A pesar de ello, el tribunal construye la culpabilidad de Cristina Vázquez en base rumores, cargados de prejuicios de género y de clase.
El proceso lleva ya 16 años y tuvo tantas irregularidades que la Corte Suprema de Justicia de la Nación ordenó en 2015 que la condena de Cecilia Rojas sea revisada en Misiones y se dejara sin efecto la condena a prisión perpetua de las personas imputadas. El fundamento de la Corte se basa en el precedente “Casal, Matías Eugenio”. La situación de Cristina era distinta: el recurso extraordinario para que su condena fuera revisada no fue presentado por la defensa, su condena por lo tanto se encontraba firme y ella no lo sabía.
En febrero de 2015 Cristina Vázquez presentó ante la CSJN un recurso in pauperis en el que solicita que se revise su condena. El 12 de abril de 2016 la Corte dejó sin efecto la sentencia del Superior Tribunal de Justicia de Misiones y le ordenó que revise la condena conforme los parámetros del precedente “Casal”. En base a esa sentencia, en junio de 2016 la nueva defensa solicitó su excarcelación y fue rechazada. El STJ de Misiones resolvió en tiempo récord y el 5 de diciembre de 2016 volvió a confirmar en una sentencia escandalosa, la condena.
La causa está ahora nuevamente en la Corte Suprema, es la última oportunidad para que la justicia la absuelva. El Observatorio de Prácticas del Sistema Penal de la Asociación Pensamiento Penal y el CELS se presentaron como amicus curiae ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Cristina Vázquez lleva 11 años privada de su libertad, sin sentencia firme, en la Unidad Penal N° V, Instituto Correccional de Mujeres, Posadas, Misiones. El asesinato de Erselida Lelia Dávalos sigue impune.
*El documental Fragmentos de una amiga desconocida, de Magda Hernández Morales, cuenta la historia de Cristina Vázquez. Puede verse en el cine Gaumont.