Mercedes Benz: declaró el único sobreviviente que estuvo detenido-desaparecido en Campo de Mayo

El 21 de agosto declaró Héctor Aníbal Ratto ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 1 de San Martín. Ratto es sobreviviente de El Campito, uno de los centros clandestinos de detención que funcionó en Campo de Mayo.

Desde el 29 de abril de este año se está realizando el juicio de la megacausa Campo de Mayo y a los pocos días comenzaron a dar testimonio las y los testigos del tramo que corresponde a los delitos contra trabajadores de la empresa automotriz Mercedes Benz. Por los cuatro centros clandestinos que funcionaron en esa zona de San Miguel pasaron siete trabajadores de la empresa que fueron secuestrados entre 1976 y 1978. Seis de ellos permanecen desaparecidos. Solo uno sobrevivió: Héctor Ratto. El miércoles 21 de agosto declaró en el juicio. 

Ratto estaba trabajando en el sector mecanizado de tapa de cilindro cuando una persona de vigilancia le dijo que su familia lo llamaba por teléfono. A Fernando Omar Del Contte, uno de sus compañeros de trabajo, lo habían secuestrado de su casa esa mañana del 12 de agosto de 1977. Por eso Ratto sospechó de ese llamado, su familia no tenía el teléfono de Mercedes Benz. Era un engaño para que saliera del taller, lo estaban buscando para secuestrarlo. 

Él mientras tanto, con excusas, resistía adentro de su sector. Unos compañeros fueron hasta su casa para comprobar la mentira, tarea que les llevó horas. Sin que Ratto lo pidiera, el capataz le hizo un permiso de salida, “se ve que pensó que yo lo necesitaba”, dijo en la audiencia. Solo dejó su lugar de trabajo cuando le dijeron que lo estaba esperando Ronaldo Tasselkraut en su oficina. Era el gerente de producción. Allí lo detuvieron sin decirle el motivo. Antes de que lo trasladaran escuchó a Tasselkraut indicar a los agentes de las fuerzas de seguridad la dirección de su compañero de trabajo Diego Núñez. A las pocas horas, Núñez fue secuestrado de su casa. 

Ratto sabía bien que la dirección que daba el gerente por teléfono era la de él, porque su esposa había dado a luz hacía cinco meses y había tenido una complicación de salud, entonces su compañero Núñez había sido uno de los dadores de sangre. 

Cuando lo sacaron de la fábrica ya era de noche. Lo esperaba una sesión de tortura con picana eléctrica y una serie de preguntas, todas vinculadas a Mercedes Benz y la organización de los trabajadores. Días después, el 31 de agosto, los directivos de Mercedes Benz dejaron asentado que “la marcha de la producción en la fábrica se había normalizado” y aprovecharon para incrementar el ritmo de trabajo y realizar nuevos despidos. 

Si bien el tramo sobre Mercedes Benz en este juicio analiza el rol de un grupo de militares -Santiago Omar Riveros, Miguel Hugo Castagno Monge, Carlos Eduardo José Somoza, Carlos Francisco Villanova y Benito Ángel Rubén Omaecheverría-, el eje de la investigación que sigue en trámite en el juzgado de instrucción es por la posible responsabilidad de los directivos de la empresa, la cúpula del SMATA y funcionarios civiles del gobierno de la dictadura cívico militar en delitos de lesa humanidad. Este juicio permitirá comprobar y acumular nueva evidencia sobre la participación de empresarios y gerentes.

Entre quienes pasaron por esos espacios de detención y tortura se encontraban los trabajadores de la automotriz Alberto Francisco Arenas, Juan José Mosquera, Héctor Aníbal Ratto, Jorge Alberto Leichner Quilodran, Alberto Gigena, Diego Eustaquio Nuñez y Fernando Omar Del Contte. 

La comisión interna de trabajadores de Mercedes Benz

La lucha de la automotriz por sumar rentabilidad a costa de derechos laborales había comenzado tiempo atrás. En la década de 1970 se había incrementado la conflictividad entre la patronal y los obreros, que reclamaban mejores salarios y mejoras en las condiciones de trabajo, por el ritmo de producción y la negativa al pago de horas extras. Los trabajadores resistieron con éxito los intentos de la empresa por aumentar el ritmo de trabajo y lograron, en cambio, que aumentaran la cantidad de personal en un turno adicional.

Los trabajadores también estaban enfrentados a la dirección del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), más dispuesto a ceder ante la empresa. En octubre de 1975 los obreros hicieron paro porque les habían descontado un día de salario para el SMATA. La huelga se extendió por 22 días y concluyó con la aceptación de la empresa de las demandas de los trabajadores: reconoció una nueva comisión interna elegida por los trabajadores, conocida como “grupo de los nueve”, reincorporó a los despedidos y pagó los días de paro, además de una gratificación especial del 40%. El secretario general del SMATA, José Rodríguez, se refirió a esta nueva comisión interna como “ajena al gremio y prohijada por la subversión”.

Con la dictadura cívico militar, se invirtió la correlación de fuerzas en la fábrica de Catán. Quince trabajadores de Mercedes Benz permanecen desaparecidos. Ya el 25 de marzo de 1976 el “grupo de los nueve” recibió una citación del Estado Mayor del Ejército. El 5 de abril fue el primer secuestro: el de Rubén Oscar Caddeo. Pocos días más tarde la empresa comunicó a los miembros de la comisión interna que ya no estaban eximidos de sus prestaciones y que debían retomar sus tareas normales. Durante esas jornadas se sucedieron amenazas, renuncias e intentos de secuestro de otros trabajadores con militancia gremial. El 29 de abril fue secuestrado en la fábrica Juan José Martín, delegado y vocero del “grupo de los nueve”. 

El descontento generó trabajo a desgano, quites de colaboración y sabotajes. En diciembre de 1976 se conformó una nueva comisión interna. Los trabajadores sufrieron los secuestros de Miguel Grieco, José Antonio Vizzini y Alfredo Martín. El 4 de enero de 1977 la empresa citó a los nuevos delegados a las oficinas de Capital Federal y cedió en varios puntos conflictivos. Pocas horas después, dos de los obreros que habían asistido a la reunión -Alfredo Reimer y Víctor Hugo Ventura- fueron secuestrados. Estos secuestros causaron un profundo impacto en los trabajadores, que a esta altura de la represión ya habían aceptado un premio por productividad -tal como quería la empresa antes del inicio de la dictadura. En febrero fue secuestrado Carlos Adolfo Cienciala.

En agosto de 1977 se tensaron nuevamente las relaciones entre los obreros y la empresa. En un período de dos semanas fueron secuestrados dos ex trabajadores y ocho trabajadores de la empresa. Los últimos secuestros fueron en enero y junio de 1978.