Francisco cruzó los límites que impuso la cultura blanca de la discriminación hacia las comunidades indígenas, las políticas de asimilación de sus prácticas culturales y el despojo de sus territorios. En 1984, organizó junto a otres referentes un reclamo por el reconocimiento de un título único sobre las tierras que tradicionalmente ocupan, en los ex lotes fiscales 55 y 14 en el departamento Rivadavia de la provincia de Salta.
En los papeles, 36 años después logró que la Corte IDH reafirmara el derecho que tienen más de 130 comunidades indígenas, provenientes de cinco pueblos, a que el Estado delimite, demarque y titule el territorio de 400.000 hectáreas en un solo título único. Además, en su decisión del 2020 la Corte IDH reconoció el derecho al ambiente, al agua, a la alimentación: la relación con el territorio es cultural y también es parte del plan de vida. Ordenó, por último, la creación de un fondo de reparación histórica para la recuperación de la cultura indígena.
Más allá de la trascendencia de la decisión de la Corte IDH para las comunidades de la Argentina y de la región, a Francisco le importaba la disputa legal para equilibrar un poco las desigualdades estructurales que tienen en su vida cotidiana.
Desde el CELS acompañamos ese reclamo a partir de un camino marcado por las asambleas de caciques promovidas por la Asociación Lhaka Honhat. Así se moldearon todas las estrategias de litigio, desde la definición del caso, sus contornos, hasta la habilitación y clausura de procesos de diálogo con autoridades federales y provinciales en el marco del sistema interamericano de derechos humanos. En todas estas instancias, el rol de Francisco fue clave. De hecho, fueron las propias comunidades, a través de él y del dirigente indígena Rogelio Segundo, los que alegaron en la Corte IDH y explicaron con extraordinaria claridad lo que debía hacer ese Tribunal para responder los reclamos y necesidades de las comunidades.
Francisco tenía una fuerza imparable y una paciencia infinita para ordenar las discusiones, asegurar procesos de diálogo y buscar soluciones, aun en contextos difíciles. Por ejemplo, desde la Asociación Lhaka Honhat y con el apoyo de Asociana, una organización social que acompaña también las reivindicaciones de las comunidades indígenas, logró llegar a acuerdos con muchas familias criollas, que se relocalizaron en otras zonas, o trasladaron su ganado, cuando años atrás parecía una tarea imposible, que ni el Estado quería intentar.
Toda su vida sostuvo su rol docente, de formación de otres referentes. Fundó el Consejo Wichi Lhämtes (Consejo de la Lengua Wichí), defendió de manera apasionado su lengua y además de ser un intérprete magistral de las sutilezas de la lengua wichí la trasladó a la palabra escrita, como modo de preservar la cultura. Todos en el CELS recordamos historias y vivencias personales del monte que en cualquier momento te las compartía, lo que definía sus criterios de amistad.
Continuaremos con el reclamo de la Asociación Lhaka Honhat y acompañaremos a las más de 130 comunidades que reclaman por la efectiva implementación de la sentencia de la Corte IDH. Ahora queremos estar con la familia, su comunidad de las Vertientes y las comunidades de la zona, para atravesar este triste momento.
Extrañaremos a Francisco porque marcó profundamente a nuestra organización acerca de las formas de relacionar, colaborar y discutir sobre reclamos territoriales y culturales de comunidades indígenas. Nos enseñó lo que es el verdadero diálogo, la perseverancia, la amistad y el respeto por las identidades. Se nos fue un líder, pero su legado y su lucha continúan en el corazón de tantos más, porque él así nos enseñó.