Foto: Leonardo Petricio
Despedimos con mucha tristeza a Noemi Labrune. En 1976, en plena dictadura militar, Noemi fundó la regional Neuquén de APDH y, unos años después, fue parte de les fundadores del CELS. En un departamento suyo funcionó nuestra primera sede y, como decía otra de las fundadoras, Carmen Lapacó, era “el motorcito que nos hacía trabajar”. Falleció este domingo 10 de septiembre. Tenía 93 años.
Desde 1978, Noemí Fiorito de Labrune, Emilio Mignone, Augusto Conte Mac Donnell, Boris G. Pasik, Alfredo y Élida Galleti, José y Ángela Westerkamp se unieron en la necesidad de profundizar las denuncias contra la dictadura militar, tal como reseña Guadalupe Basualdo en el libro Noemí Labrune y la lucha por los Derechos Humanos, de lo individual a lo colectivo. En aquella época, Noemí era la única mujer que participaba de manera independiente y que no se identificaba como familiar de un detenido o desaparecido.
Noemí fue parte de la preparación del informe para la visita de la CIDH a la Argentina en 1979. Con Augusto Conte analizaron más de 200 testimonios y con un minucioso trabajo de sistematización elaboraron un documento que detalla y analiza las metodologías de represión estatal y sus consecuencias sociales. Ella solía recordar que lo llamaban “El libro gordo de Petete”. Fueron también Noemí, Conte y Mignone quienes escribieron los seis folletos publicados por el CELS durante la dictadura en los cuales se denuncia la represión de la Fuerzas Armadas.
En 1984, trabajó en la elaboración del informe Nunca Más a partir de su experiencia en el informe de la CIDH. Además, desde APDH Neuquén, siempre reclamó por respuestas del Estado con relación a los crímenes de lesa humanidad en las provincias de la Patagonia. Poco a poco, con una activa insistencia, fue abriendo caminos en esa búsqueda: ya se realizaron siete juicios orales y públicos en Neuquén en los que se dictaron 72 condenas.
Además de la búsqueda por la memoria, verdad y justicia, Noemí estuvo siempre cerca de diversas luchas. En la década de 1990, acompañó a los movimientos sindicales y sociales que reclamaban por el impacto de las privatizaciones en Neuquén, los despidos y la violencia policial en contra de las manifestaciones públicas en rutas nacionales y provinciales. Con sus compañeres de la filial de APDH llevó adelante diferentes denuncias sobre este proceso de degradación de los derechos de les trabajadores. Del mismo modo, en los siguientes años, acompañó al sindicato docente de ATEN y a Sandra Rodriguez y a sus hijas en los reclamos por justicia ante el asesinato de Carlos Fuentealba. También empujó hasta el cansancio una respuesta judicial ante la desaparición del trabajador rural Daniel Solano. Noemí seguía muy de cerca y denunciaba las condiciones de trabajo de los trabajadores del campo.
Desde muy temprano en su vida Noemí reclamó por los derechos de los pueblos indígenas. Junto con el obispo Jaime de Nevares colaboraron con distintas acciones y discusiones que proponía la Confederación Mapuche de Neuquén, con quienes hizo una enorme amistad y compartió trabajo hasta el final.
También reclamó por otro tipo de respuesta del Estado con relación a los trabajadores migratorios del campo y la ciudad Neuquén. Con su hermana Susana, discutieron en distintos ámbitos sobre las medidas de protección de personas migrantes que solicitaban refugio en Argentina.
Siempre usó los ámbitos culturales y universitarios como espacios de resonancias de los reclamos que ella llevaba. Noemí había sido de las mil profesoras y profesores que renunciaron a la Universidad de Buenos Aires en 1966, después de la Noche de los Bastones Largos.
Detestaba cualquier tipo de reverencia. Era habitual verla reclamar por los derechos de otres en todas las invitaciones que le hacían para contar su historia de lucha.
Nos queda como huella su trayectoria de militancia, su organización desde la solidaridad, su forma de construcción con las víctimas, su trabajo metodológico, su esfuerzo por tejer redes y su compromiso con la participación.