Hace un poco más de tres años apareció en la Ciudad de Buenos Aires un problema que parecía propio de la provincia de Bs. As: cada vez más personas privadas de la libertad quedan alojadas en dependencias policiales. Inclusive, hay personas que están cumpliendo condena en estos lugares. Estar preso en una comisaría de CABA se volvió una realidad frecuente. Estos lugares que no están preparados para alojar personas se convierten en pequeñas cárceles sin contar con ninguna de las condiciones mínimas para alojar personas privadas de la libertad. Y ya sabemos, porque así lo demuestra la experiencia, que una vez que las comisarías empiezan a ser utilizadas como lugares de alojamiento permanente, la situación es naturalizada por los funcionarios políticos y judiciales, lo que la hace muy difícil de revertir.
Hoy hay 1593 personas detenidas en comisarías y alcaidías de la CABA, donde no debería haber ninguna. Este número crece incesantemente desde que se comenzó a alojar personas en estos lugares. En abril de 2020 eran 139 personas alojadas en alcaidías y ninguna aún en las comisarías de la Ciudad. Es decir que, en poco más de tres años, la población alojada por períodos prolongados en estos espacios aumentó más del 1000%. El problema empezó durante la pandemia, pero después la tendencia siguió. La población crece mes a mes e incluso el 20% de las personas alojadas se encuentran cumpliendo su condena en estos espacios.
Estar detenido en algunos de estos lugares es una verdadera pesadilla e implica vivir en condiciones infrahumanas, lo cual es ilegal. Las celdas no tienen luz natural ni ventilación adecuada porque algunas no cuentan con ventanas y se encuentran casi herméticamente cerradas. Las personas detenidas deben hacer turnos para acercarse a las ventanas tipo tragaluz para respirar aire fresco, sobre todo en épocas de altas temperaturas. Los colchones no alcanzan para todes, la mayoría duerme en el piso, sobre cartones. El hacinamiento es tan grave que en algunas celdas deben hacer turnos para dormir porque no entran todos acostados a la vez. Muchas de las celdas no tienen baños ni duchas. Las personas deben bañarse con un trapo y balde sin ningún tipo de privacidad. Además, las dependencias se encuentran infestadas de cucarachas y la comida que se provee a la población suele llegar en mal estado debido a la falta de refrigeración.
Las condiciones de detención son tan extremas y la vida cotidiana en esos espacios es tan difícil que quienes se encuentran privades de su libertad organizaron varias protestas pidiendo el traslado a otros lugares. Durante marzo de este año hubo dos protestas, en una de ellas se tomó un policía de rehén. El año pasado, en el marco de otra situación de protesta, una mujer trans que estaba alojada junto a detenidos hombres fue abusada sexualmente.
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