Hay una imagen, que puede ser miles de imágenes: Lita sonríe. “Algunos me preguntan por qué estoy siempre sonriendo, y bueno… porque amo la vida y porque creo que ayuda mucho a la lucha no tener odios, no tener rencores, pero sí tener los ojos bien abiertos”. Hoy falleció Ángela Catalina Paolín de Boitano. Nuestra compañera Lita: la que estaba siempre dispuesta a discutir con pasión y a compartir su fuerza con todas las generaciones. La que elevaba la voz para hacer presentes a los desaparecidos, la que hacía del sentido del humor una forma de sostenerse y sostenernos.
Lita empezó su militancia, como tantas otras, buscando a sus hijos. Primero secuestraron a Miguel, que tenía 20 años, estudiaba arquitectura y militaba en la Juventud Universitaria Peronista. Un año después, se llevaron también a su hija Adriana, estudiante de Letras que también militaba en la JUP.
“Yo le diría que ya no busque más”, la aconsejó el cura Emilio Graselli cuando Lita fue a pedirle por la desaparición de su hijo. Ella hizo todo lo contrario: recorrió iglesias, comisarías, juzgados. Encontró su lugar en la oficina de Corrientes y Callao donde integró el grupo que conformó Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. Después del secuestro de Adriana, Lita estuvo exiliada por 5 años.
Desde el exterior siguió denunciando a la dictadura y pidiendo por la aparición con vida de los desaparecidos. Intercambió cartas con Emilio Mignone, en donde compartían información sobre el plan sistemático de la dictadura y preparaban materiales para cuando se produjera el cambio de gobierno.
Retornó a la Argentina con la democracia y lo primero que hizo fue encontrarse con sus compañeros y compañeras de Familiares, su espacio de pertenencia todos estos años.
El 8 de marzo de 1984 fue una de las 30 que se reunieron frente al Congreso en el primer acto en democracia por el Día de la Mujer. Dos años después, junto a otras compañeras participó del primer Encuentro Nacional de Mujeres. También fue cercana a la lucha de la Comunidad Homosexual Argentina, que empezó a reunirse en la sede de Familiares.
Lita se convirtió en una de esas caras reconocibles en las manifestaciones, en los juicios por delitos de lesa humanidad, en los organismos internacionales, en las plazas repletas por las luchas feministas, en las mesas redondas de las universidades. Con el brazo en alto y los dedos en V, las fotos de Adriana y Miguel prendidas al pecho, el pañuelo verde atado en la muñeca, la ternura y la alegría como energía para seguir siempre en la calle.
Desde el CELS la despedimos con mucho amor y tristeza.
Foto: Sebastián Pani