La primera parte de este capítulo revela los cambios de una modalidad de protesta iniciada en 1996, con la instalación espontánea de barricadas que cortaron las rutas en distintos puntos del país. En el año 2000, los cortes de ruta suponían un grado de organización que maximizaban los esfuerzos y proponían nuevos lazos sociales de solidaridad y contención.
En este apartado, se analiza la lógica y las consecuencias de las respuestas institucionales del gobierno nacional, caracterizadas por la represión y la criminalización de los manifestantes, en su mayoría delegados sindicales y trabajadores desocupados.