Aunque el dilatado protagonismo militar durante más de medio siglo fue el principal factor de nuestras vicisitudes, el legado de la dictadura de los fuerzas armadas entre 1976 y 1983 constituyó una tragedia que supero, por sus efectos funestos, todo lo ocurrido anteriormente. Este último episodio supuso el máximo exponente del drama de la autonomía militar, como lo señala analizando el caso argentino el coronel y sociólogo español Prudencio en García en un libro homónimo. El genocidio producido -sostiene- resulta inevitable cuando una fuerza armado asume sin contralor alguno el poder político.
De la misma manera resulta ridícula la persistencia en atribuir todos los problemas del país a circunstancias externas, que se presentan como insalvables, actitud que solo conduce al inmovilismo y a lo depresión generalizada. La historia y la vida contemporánea están repletas de enseñanzas que comprueban como el ascenso y la decadencia de las sociedades tiene su origen en la manera de enfrentar los hechos externos, por inevitables que parezcan, más que en estos mismos. Ello no implica negar la enorme gravitación de los acontecimientos mundiales, como en su momento el descubrimiento de América o en la actualidad la denominada globalización, pero la posibilidad de superar los peligros y aprovechar las ventajas de tales circunstancias, salvo escasas situaciones límites, depende de los factores humanos locales y no de los extraños.