En este capítulo se señala al hecho de que a partir de 2001 las cifras totales de homicidios dolosos se han reducido en mayor medida que las que reflejan las muertes en las que ha habido algún tipo de participación policial. Se afirma que esta simple relación permite apreciar que el remedio que debería reducir la violencia permanece como una de las dimensiones centrales del problema.
Se da cuenta además de la preocupación por la grave situación en la provincia de Buenos Aires, donde el trato inhumano de los detenidos así como su sometimiento a torturas es el resultado de la violencia sistemática y estructural organizada. Se relatan casos de asesinatos relacionados con este tipo de violencia al mismo tiempo que se hace hincapié en que varios de estos presentan una complejidad que permite sospechar la relación entre las instituciones policiales y redes ilegales.
Además, se cuestiona el accionar de la Justicia caracterizado tanto por la falta de una investigación profunda de las denuncias de torturas como por la falta de interés en abordar seriamente un problema de carácter global y de extrema gravedad, como la creciente sobrepoblación carcelaria.