Publicada en Folha de Sao Paulo
Los centros comerciales de la ciudad de Buenos Aires están vacíos. Cada vez más personas pasan la noche en la calle, porque ya no pueden pagar el alquiler. Los comedores populares no dan abasto, reciben a cada vez más familias y dejaron de recibir alimentos por parte del Estado. Una epidemia de dengue se cierne sobre el país: no hay campañas de prevención, ni de vacunación gratuita.
Mientras tanto, el gobierno de Javier Milei celebra el “déficit cero” como el principal logro de sus primeros cien días. Sus funcionarios y los empresarios que apoyan su proyecto ultraliberal prometen que luego de este momento de sufrimiento la situación mejorará. Hablan de una recuperación en “V”: luego de tocar el fondo vendrá un tiempo de crecimiento. Pero, ¿quiénes son los que tocan el fondo de manera no metafórica sino real?
Si analizamos cómo se logró el superávit fiscal del último mes observamos que “de cada $100 de ajuste en febrero, $35 correspondieron a recortes en jubilaciones, siendo el principal factor explicativo de la reducción real del gasto”, según el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) a partir de datos oficiales. El recorte supone la pérdida abrupta del poder adquisitivo de las jubilaciones y pensiones. En la última semana, un informe de Unicef llamó la atención sobre la situación de niños y niñas: “De mantenerse las tendencias actuales, la prevalencia de la pobreza monetaria en la niñez y la adolescencia para el primer trimestre de 2024 alcanzaría valores en torno al 70%, mientras que la indigencia llegaría al 34%, con repercusiones en el bienestar actual y de largo plazo”, sostuvo Sebastián Waisgrais, de UNICEF Argentina. Si miramos a los trabajadores formales veremos que el salario real se desmoronó más de veinte puntos en dos meses.
En simultáneo a la destrucción de los ingresos de las mayorías, el gobierno desmantela las dependencias públicas: desfinancia a las universidades estatales (que advirtieron que no podrán brindar el año de clases completo), está llevando al cierre al sistema científico (aunque los aportes de este sistema son fundamentales para el desarrollo económico) y desregula las actividades extractivas para ofrecer los recursos naturales en el mercado mundial. Otras medidas de clausura son justificadas por la batalla cultural propia de la ultraderecha global: dar por tierra con las políticas que promueven la equidad de género (llegando a niveles absurdos como la prohibición del uso de sustantivos femeninos en la comunicación de gobierno) y desfinanciar las políticas culturales. Estas decisiones están generando protestas callejeras que son reprimidas de manera constante, con niveles de violencia policial crecientes.
Fueron las promesas no cumplidas por las otras fuerzas políticas las que llevaron a Javier Milei a la presidencia de la Nación y es una incógnita cuánto tiempo conservará el apoyo social. Lo que no es una incógnita es que los daños serán difíciles de reparar, sobre todo los que están sufriendo quienes están tocando fondo.